Los motociclistas hostigan a una mujer negra en una gasolinera, sin saber que su hijo es Snoop Dogg | HO

El sol comenzaba a ponerse, bañando la gasolinera con un brillo dorado, mientras una madre y su hijo se detenían para repostar durante su viaje por carretera. Beverly Tate, una mujer de fortaleza y resiliencia, había esperado con ansias este viaje. Acompañada por su hijo, Calvin (más conocido como Snoop Dogg), estaban embarcándose en un recorrido por las partes tranquilas y desconocidas de Estados Unidos.

Para Snoop, el viaje era una oportunidad de alejarse del ajetreo de Los Ángeles. Para Beverly, era simplemente una forma de disfrutar la paz y escapar de las presiones de la vida cotidiana.

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Sin embargo, al detenerse en una pequeña y remota gasolinera, la atmósfera tranquila comenzó a cambiar. El sonido de las motocicletas rugiendo llenó el aire, y una sensación de inquietud flotaba sobre ellos como una nube oscura. Snoop miró al grupo de motociclistas reunidos cerca de las bombas, sus chaquetas de cuero marcadas con parches de una conocida y notoriamente hostil pandilla de motociclistas.

Notó sus expresiones endurecidas y cómo sus ojos seguían su coche mientras se detenía. Beverly, siempre confiada, salió para comprar algunos bocadillos, sin ser consciente de la tensión que se estaba gestando. Snoop, sin embargo, sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Mientras llenaba el tanque de gasolina, su mirada permaneció fija en los motociclistas. Su instinto le decía que algo no estaba bien. El sol ya estaba bajo en el horizonte, y el tranquilo murmullo del día estaba siendo reemplazado por el profundo rugido de los motores. Snoop escuchó voces que venían desde dentro de la tienda—voces elevadas, y luego, el tono tranquilo pero firme de Beverly cortando la tensión. “Estoy exactamente donde debo estar,” dijo. Snoop conocía ese tono. Era su madre, plantándose con firmeza.

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El corazón de Snoop se hundió al escuchar cómo la conmoción dentro aumentaba. Sin dudarlo, dejó caer la manguera de gasolina, sus pensamientos reducidos a una sola cosa: su madre. La vista de Beverly rodeada por los motociclistas le heló la sangre. Corrió hacia el interior para ver qué estaba sucediendo.

Beverly estaba de pie cerca del mostrador, sosteniendo sus compras, pero los motociclistas no la dejaban en paz. Uno de ellos se inclinó demasiado cerca, su voz impregnada de desdén mientras decía con sorna: “¿Te perdiste, señora?”

La tranquila respuesta de Beverly solo parecía enfurecerlo más. “Estoy exactamente donde debo estar,” repitió. Pero la tensión en el aire se espesaba. Cuando Snoop entró, todas las miradas se dirigieron hacia él. Los motociclistas, claramente reconociéndolo ahora, cambiaron de postura. Uno de ellos, un hombre alto y de hombros anchos, sonrió con crueldad. “Miren quién llegó,” dijo con sorna. “El gran hombre de la ciudad.”

La mandíbula de Snoop se tensó. Se colocó entre su madre y los motociclistas, sus instintos protectores activándose. “Nos vamos,” dijo con firmeza, su voz estable pero autoritaria. El motociclista que había hablado antes se burló, cruzando los brazos sobre su pecho. “No tan rápido, chico,” se mofó. “¿Crees que puedes venir aquí como si fueras dueño del lugar?”

Snoop podía sentir cómo la tensión aumentaba, pero permaneció tranquilo, sabiendo que las cosas podían escalar rápidamente. “No queremos problemas,” dijo, manteniendo su voz serena. “Solo déjenos pagar e irnos.”