En el cálido atardecer de una tarde en la que el viento soplaba suave, Guajira se encontraba en un pequeño salón adornado con medallas, fotografías y trofeos. Sin embargo, entre todos los objetos brillantes y conmemorativos, había uno que destacaba por encima de los demás: la **copa**, un trofeo que llevaba grabados los nombres de dos personas que habían marcado su vida de una manera profunda: **Sensei** y **Aleja**.

Ese objeto, símbolo de tantas batallas y sacrificios, representaba más que una victoria; era un recordatorio de lo que habían construido juntos y, al mismo tiempo, de lo que habían perdido.

### **Un legado compartido**

Sensei había sido el mentor de Guajira desde que ella era apenas una niña. La había tomado bajo su ala, enseñándole no solo las técnicas y habilidades necesarias para sobresalir en su disciplina, sino también los valores de la perseverancia, la disciplina y la humildad. **Aleja**, por otro lado, había sido su mejor amiga, compañera de entrenamientos y, en muchos aspectos, su alma gemela. Juntas habían compartido triunfos y derrotas, risas y lágrimas, y había llegado el punto en que sus nombres eran inseparables dentro y fuera de la competición.

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Cuando finalmente lograron la victoria que las consagró, aquella copa se convirtió en un símbolo de su esfuerzo. Los nombres de Sensei y Aleja quedaron grabados junto al de Guajira, como testigos eternos de ese momento. Pero el destino, como tantas veces ocurre, tenía planes diferentes. No mucho después de alcanzar ese triunfo, la tragedia golpeó.

Sensei falleció inesperadamente, dejando un vacío enorme en el corazón de Guajira y de todo el equipo. Era un pilar, una fuente constante de sabiduría y apoyo. Aleja, devastada por la pérdida, intentó mantenerse firme, pero poco después también decidió retirarse de la competición, sintiendo que sin su mentor, el camino ya no tenía el mismo sentido.

### **El momento decisivo**

Ahora, Guajira estaba allí, frente a la copa, sola. **Ver los nombres de Sensei y Aleja grabados junto al suyo fue un golpe emocional que no esperaba**. Sabía que este día llegaría, pero nunca había imaginado lo difícil que sería enfrentarlo. Era como si, de repente, todos los recuerdos, las alegrías y las tristezas, se concentraran en ese momento. La brillante superficie del trofeo reflejaba su rostro, pero también le recordaba los rostros de aquellos que ya no estaban a su lado.

Sostener esa copa en sus manos le hizo revivir los sacrificios, las horas interminables de entrenamiento bajo la mirada crítica y cariñosa de Sensei. Recordó las noches en las que ella y Aleja se quedaban hablando de sueños y metas, prometiéndose mutuamente que nunca se rendirían, sin importar lo que ocurriera. Pero la vida tenía una manera cruel de probar esas promesas.

Mientras las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos, Guajira se sentó lentamente en una silla cercana. No era solo el peso físico de la copa lo que sentía, sino el peso de las emociones acumuladas durante años. Miró el trofeo una vez más, pasando sus dedos suavemente por los nombres grabados. Sensei siempre le había dicho que el verdadero honor no estaba en el trofeo en sí, sino en el camino recorrido para obtenerlo, y en la manera en que ese logro afectaba a quienes lo alcanzaban.

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### **Reflexiones sobre el camino recorrido**

Guajira cerró los ojos y permitió que los recuerdos la envolvieran. El primer día que conoció a Sensei, un hombre sabio con una paciencia infinita, le había dicho: “Este camino no será fácil, pero si lo recorres con el corazón, valdrá la pena.” Y él tenía razón. Cada derrota había sido una lección, cada victoria un motivo para seguir adelante. Aleja, siempre a su lado, le había dado el apoyo emocional que necesitaba para no rendirse cuando las cosas se ponían difíciles.

Sin embargo, en ese instante, Guajira se dio cuenta de algo importante. La copa no solo representaba el pasado; también era un símbolo del legado que había recibido. **Sensei y Aleja** le habían dejado una herencia invaluable: la capacidad de continuar, de ser fuerte incluso en los momentos más oscuros. Aunque ya no estuvieran físicamente con ella, sus enseñanzas y su amor seguían vivos en su corazón. Eso era lo que realmente importaba.

El duelo que sentía no se iría fácilmente. La ausencia de Sensei y Aleja seguiría doliendo. Pero en lugar de verlo como una pérdida permanente, decidió que llevaría sus nombres y sus recuerdos consigo en cada paso que diera a partir de ahora. Sensei había depositado su confianza en ella, y Aleja le había mostrado el valor de la amistad verdadera. Eso no podía desaparecer con el tiempo.

### **Un nuevo comienzo**

Guajira se levantó lentamente, sosteniendo la copa entre sus manos. Había llegado el momento de seguir adelante, pero con una nueva perspectiva. Este no sería el final de su historia, sino el comienzo de un nuevo capítulo. Con los nombres de Sensei y Aleja grabados en su memoria, sabía que, aunque ellos no estuvieran físicamente presentes, siempre caminarían a su lado.

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Mientras colocaba el trofeo de vuelta en su lugar, sintió una paz interior que no había experimentado en mucho tiempo. El dolor seguía allí, pero ahora también estaba acompañada por una renovada fuerza. Decidió que honraría la memoria de Sensei y Aleja no con tristeza, sino con acción. Continuaría entrenando, enseñando a otros lo que había aprendido, y mantendría vivos los valores que ellos le habían inculcado.

**La vida es una serie de ciclos**, pensó. Algunas personas entran en nuestras vidas para quedarse para siempre, mientras que otras nos dejan demasiado pronto. Pero lo que realmente importa no es el tiempo que están con nosotros, sino el impacto que tienen en nuestras vidas. Sensei y Aleja siempre serían parte de ella, y ahora su misión sería transmitir ese legado a los demás.

Guajira salió del salón con una nueva determinación. **La copa** ya no era solo un símbolo de lo que había perdido, sino también de todo lo que había ganado. Y en ese momento, supo que, pase lo que pase, siempre llevaría consigo la fuerza de sus seres queridos en cada desafío que enfrentara.