Los desgarradores momentos finales de Phyllis Hyman revelados – 1
Phyllis Hyman, la sensual cantante con una voz poderosa y una presencia impactante, cautivó al público durante las décadas de 1970 y 1980. Conocida por éxitos como “You Know How to Love Me” y su emotiva versión de “Betcha by Golly Wow”, fue una figura central en las escenas del R&B y el jazz. A pesar de su innegable talento y éxito, su vida detrás del telón estuvo plagada de dificultades que culminaron en una trágica y prematura muerte, pocos días antes de cumplir 46 años.
Nacida el 6 de julio de 1949 en Filadelfia, Pensilvania, Phyllis Hyman creció como la mayor de siete hermanos en una familia con dificultades económicas. Aunque su familia enfrentaba adversidades, su talento natural para la música se hizo evidente desde temprana edad. Una maestra reconoció su habilidad vocal en la escuela primaria, sembrando las semillas de lo que se convertiría en una brillante carrera.
El camino de Phyllis hacia la música comenzó seriamente después de asistir al Robert Morris Business College en Pittsburgh. Inicialmente persiguió una carrera estable como secretaria legal, pero su pasión por la música pronto tomó prioridad. Se unió a giras con bandas como New Direction y All the People, lo que le permitió conocer las exigencias de la industria del entretenimiento.
Su gran oportunidad llegó cuando el músico de jazz Norman Connors la descubrió y la incluyó en la canción “Betcha by Golly Wow”. El éxito de este sencillo catapultó su carrera, llevándola a firmar un contrato con Arista Records. Álbumes como “Somewhere in My Lifetime” y “You Know How to Love Me” la consolidaron como una de las estrellas más prometedoras del R&B.
El éxito de Phyllis no se limitó a la música. En 1981, protagonizó el musical de Broadway Sophisticated Ladies, recibiendo una nominación al premio Tony por su tributo a Duke Ellington. La combinación de su voz sensual, su impresionante estatura de 1.85 metros y su magnética presencia escénica la convirtieron en un ícono. Sin embargo, mientras deslumbraba a sus fans y críticos, su vida personal comenzaba a desmoronarse.
Aunque Phyllis experimentó éxito, también enfrentó profundas luchas personales. Diagnosticada con trastorno bipolar, sufría cambios de humor severos que dificultaban la navegación en su carrera y vida privada. Las demandas de la fama, junto con sentimientos de aislamiento y un amor no correspondido, comenzaron a pasarle factura.
Su matrimonio con Larry Alexander, su exmánager, terminó en divorcio a finales de los años 70. Phyllis a menudo expresaba su deseo de una relación romántica estable, pero nunca lo encontró. En entrevistas, hablaba con franqueza sobre la soledad que la atormentaba, un tema que a menudo reflejaba en su música.
Phyllis también luchó con problemas de imagen corporal, utilizando la comida como mecanismo de afrontamiento. Su peso fluctuó dramáticamente con los años, y recurrió al alcohol y la cocaína para adormecer su dolor emocional. Aunque buscó tratamiento en múltiples ocasiones, su resolución de mantenerse sobria y seguir sus medicamentos a menudo era efímera.
Su trastorno bipolar representaba otro desafío. Phyllis temía que los medicamentos recetados para estabilizar su estado de ánimo afectaran su creatividad, una de las pocas cualidades que valoraba profundamente en sí misma. Al optar por interrumpir el tratamiento, cayó en una espiral de depresión y abuso de sustancias.
Después de dejar Arista Records debido a conflictos creativos, Phyllis firmó con Philadelphia International Records a mediados de los 80. El álbum Living All Alone marcó un resurgimiento en su carrera, con canciones que capturaban la tristeza y el aislamiento que estaba viviendo. Los fans se conectaron profundamente con su música emocionalmente cruda, consolidando su estatus como un ícono del R&B.
Su álbum de 1991, Prime of My Life, trajo un éxito comercial con temas como “Don’t Wanna Change the World”, su primer sencillo número uno en las listas de R&B. Sin embargo, tras bambalinas, las luchas persistían. Quienes la conocieron la describieron como carismática y más grande que la vida en el escenario, pero profundamente afligida en privado.
A principios de los años 90, la salud mental de Phyllis se deterioró aún más. Enfrentaba un estrés financiero extremo, agravado por su incapacidad para mantener contratos consistentes y los conflictos con las discográficas. También cargaba con el peso de sentirse incomprendida y no amada.
La noche del 30 de junio de 1995, pocos días antes de cumplir 46 años, Phyllis tenía programado un concierto en el Teatro Apollo de Harlem. Amigos señalaron que parecía inusualmente callada y retraída en los días previos al evento. Phyllis, quien había luchado durante mucho tiempo con pensamientos suicidas, se enfrentaba a una desesperación abrumadora.
Horas antes de su presentación, fue encontrada inconsciente en su apartamento en Nueva York. Phyllis había tomado una dosis letal de pastillas para dormir y dejó una nota que decía:
“Estoy cansada. Estoy cansada. Aquellos que amo saben quiénes son. Que Dios los bendiga.”
Su muerte conmocionó al mundo de la música y dejó a los fans de luto por la pérdida de un talento cuyo potencial parecía ilimitado.
La música de Phyllis Hyman sigue resonando con fans nuevos y antiguos. Su voz inquietantemente hermosa y su habilidad para canalizar emociones crudas en sus interpretaciones siguen siendo inigualables. Aunque su vida terminó trágicamente, su arte dejó una marca imborrable en el R&B y el jazz.
Su historia sirve como un recordatorio aleccionador de las presiones de la fama y la importancia del apoyo a la salud mental. Muchos de los que la conocieron han pedido una mayor conciencia sobre los problemas de salud mental en la industria del entretenimiento, destacando la necesidad de apoyar a los artistas más allá de su producción creativa.
La música de Phyllis, particularmente álbumes como Living All Alone y Prime of My Life, sigue siendo un testimonio de su talento y resiliencia. Su capacidad para traducir su dolor personal en canciones que tocaron a millones es un legado que perdura.
Aunque los momentos finales de Phyllis Hyman estuvieron llenos de tristeza, su vida fue una de inmensa creatividad y pasión. Sigue siendo una figura amada en el mundo de la música, recordada no solo por su extraordinaria voz, sino también por su vulnerabilidad y humanidad.
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